La metabolización y el aprovechamiento de los nutrientes de los alimentos varían en función del momento en que se consuma. Es decir, que los beneficios o perjuicios que éstos ocasionen al organismo están supeditados a nuestro reloj biológico o lo que es lo mismo, a la hora en la que sean ingeridos.
Por eso, ciertos componentes son más adecuados para las primeras horas del día y otros para la noche.
Los estudios de crononutrición indican que lo mejor para el desayuno es la vitamina C, que se encuentra en zumos de naranja, kiwi o piña, y lípidos como huevos, carnes o embutido, que ayudan a mantener nuestra mente y cuerpo activos.
Además, debemos tener en cuenta que los carbohidratos son los que nos proporcionan la energía suficiente para todas las actividades que vamos a desarrollar.
Por tanto no debemos dejar de lado los cereales, el pan, galletas, pasta o arroz desde que nos levantamos hasta entrada la tarde.
Otros productos aptos para ser ingeridos a primera hora serían los lácteos, cereales, frutos secos y frutas como los plátanos y las cerezas. Todos ellos repletos de nutrientes capaces de activar a las personas.
Por otro lado, también se sabe que las comidas con tirosina y fenilalanina -que se encargan de dar lugar a la síntesis de las catecolaminas-, son responsables de mantener a la persona en alerta durante el día.
Así que ya sabes, como en la primera mitad del día el organismo utiliza los alimentos para segurar el gasto energético, puedes permitirte comer de todo, desde hidratos de carbono a huevos, queso o mantequilla.
Pero, a partir de las cinco de la tarde los nutrientes son almacenados y utilizados para la regeneración de los tejidos. Es el momento de comer más ligero, así que tenemos que dejar paso a la fruta y verduras.
Por la noche, el cuerpo nos pide recuperación y descanso. Aquí es cuando entran en juego las proteínas y aminoácidos. Por eso es mejor tomar tomar pescado, especialmente el azul por su carga de Omega 3 y Omega 6, carne o huevos.
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